La revolución del arte y del sector audiovisual bien puede explicarse con tres letras: NFT. Es el acrónimo de “Non Fungible Token”, un tipo especial de propiedad digital que se caracteriza por ser única, no intercambiable y vinculada a la tecnología blockchain que garantiza su originalidad.

Uno de los ejemplos más sonados fue el de Jack Dorsey, ahora exCEO de Twitter, quien vendió en formato NFT el primer tuit de la historia por 2,9 millones de dólares, cuyo pago se realizó en Ethereum, una de las criptomonedas más famosas junto a Bitcoin.

Más allá de los vocablos, aún poco familiares, su trascendencia es fácil de descifrar: la posibilidad de vender objetos digitales únicos e irrepetibles supone una fuente inagotable de creatividad, que ya está abriendo nuevos (y lucrativos) modelos de negocio en todo el mundo y cuyo impacto en la industria del espectáculo es aún desconocido.

Porque los NFT aplicarán a la creación de todo tipo de obras, sobre las que se podrá poseer parte de los derechos, no solo del nuevo contenido artístico digital sino de los ya existentes. Cualquier obra de arte será susceptible de ser “tokenizada” para poseer parte de ella.

Su irrupción es imparable: el pasado 2 de diciembre, el actor Álvaro Morte (conocido como el profesor en la exitosa serie La Casa de Papel) y Koldo Serra (director y guionista de la misma serie) lanzaron el primer “Non Fungible Story” de la historia, un novedoso proyecto en el que desde Santiago Mediano Abogados hemos podido participar como asesores de Álvaro Morte.

Consiste en el lanzamiento de un número importante de NFT, cuyos titulares podrán intervenir activamente en la creación de esa Non Fungible Story, como si fuesen guionistas.

En otras palabras: el paradigma de la creación artística cambia radicalmente al permitir que los compradores de NFTs participen en los guiones de una serie, en la creación de personajes o incluso siendo un propio personaje en sí mismo.

El potencial de este tipo de activos es inimaginable. Revolucionarán la industria discográfica, la audiovisual o cualquier otra con contenido tokenizable, aportando nuevos ingresos a los creadores. No hablamos de futuro, sino de presente, porque los ejemplos en el sector cultural son múltiples.

Empresas de subastas como Christie’s ya han hecho un partnership con plataformas de compraventa de NFT para subastar arte, con precios que se acercan a la de otras icónicas pujas como cuadros de Picasso o de Van Gogh.

Gigantescas productoras como FOX, Universal Pictures o la MGM también han probado suerte en este universo digital con, por ejemplo, tokens exclusivos de Regreso al Futuro, el logotipo de Cazafantasmas o James Bond.

Y la explosión definitiva puede venir de la mano del Metaverso, que ya ha seducido a figuras como Marck Zuckerberg o Jeff Bezos, en el que se creará una nueva economía basada en propiedades digitales que se gestionarán mediante NFT.

Este nuevo universo de activos digitales unirá la cultura con la tecnología, traspasando cualquier límite. Hará posible crear historias compartidas o recuperar obras en soporte físico para que estén siempre disponibles en el mundo digital.

Es la colectivización del arte en su máximo exponente. Y no ha hecho más que empezar.

[Artículo publicado originalmente en Cinco Días]


Santiago Ilundáin | Socio